Al inicio aparecen de carneritos.
Indefensos, inofensivos. “Dóciles” y “humildes” en busca del Camino.
- ¡Onegai shimassu!*. Le suplican al maestro.
Se les abre la puerta...
Durante el trayecto del Camino, la sinceridad y la lealtad son colocadas a prueba.
El ego habla mas alto. Comienzan a caerse las máscaras.
Tiempo perdido.
Por fin, aparecen los huesos, y entonces vemos los “monstruos” que en realidad eran.
Ya decía el samurai Yamamoto Tsunetomo: “Cuando consigues ver dentro del corazón del otro, puedes decepcionarte”.
*¡Onegai shimassu! = ¡Por favor, enséñeme!